Pórtico hacia el exterior

Existe desde hace tiempo la noción de que en la psique humana radica oculto un pórtico a través del cual la percepción se encuentra unida al universo entero. Hay un átomo en nuestro ser capaz de conectarnos con la totalidad que, traducido en experiencia, corresponde a un estado de consciencia místico denominado «fundirse en dios».

La personalidad en su despliegue muta a una individualidad que, a su vez, y por el mismo proceso de despliegue, lo hace hacia una cualidad capaz de percibir el universo y dios.

Según las religiones exo- o esotéricas que han llegado a mi conocimiento, el desarrollo evolutivo humano está conformado por tres fases: Personalidad, alma y espíritu. La primera fase, mecánica y robopatológica; la segunda, separada de todo e interactuando por primera vez con las cosas; la tercera, unida a todo, de ahí su denominación mística. Cada una es un centro permanente y activo en el hombre, y uno obedece al otro en el siguiente orden jerárquico: Espíritu, alma, personalidad.

Si la personalidad no se despliega hacia la individualidad y luego hacia el espíritu, queda huérfana y con dos huecos que deben ser cubiertos. Es así que los mandatos familiares y colectivos ocupan el lugar del alma, producidos por cualidades que se han fijado y devenido en personalidad. Por lo tanto la personalidad se cierra sobre sí misma, se vuelve errante, y cae en la fatal mismidad que hace al destino y al karma por habituación, ignorante de conductas de las que no repara.

Nota al margen: Siempre me pareció interesante que en el Sistema para «llegar a dios» que propone la Magia Enochiana, conocido como «Los 30 Aétiros», los últimos escalones a la divinidad estén estrechamente vinculados con el elemento Agua. Eso me hace pensar si no es acaso en el desarrollo de una divina empatía la manera para cultivar el acercamiento a «lo más alto».

Madejas Astrológicas / Enfoque Astrológico
Ficciones. Edición Dispersa