Un gran consejo para escuchar las Olas

En su forma de S (que, si se considera cerrada, es 8, y, acostada, igualmente serpentina, Infinito), la Serpiente incluye dos espacios, que rodea y trasciende. (El primer espacio es el mundo inferior, el segundo el mundo superior.) En otra figuración serpentina -la de la cobra en círculo y la boca mordiendo la cola[1]- se reproduce, no la S, de la que es letra y señal, sino el círculo, símbolo de la tierra, o del mundo tal cual como lo conocemos. En la figura de la S la Serpiente se evade de las dos realidades y desaparece de los mundos y Universos.
La ilusión es la substancia del mundo, según la Regla, tanto en el mundo superior como en el mundo inferior, en lo oculto como en lo patente. Así, cuando huimos del mundo inferior, ilusorio este, para refugiarnos en el mundo superior, este no es menos ilusorio; lo es de otra manera. Solo la Serpiente, rodeando los infinitos abiertos -o los círculos “incompletos”- de los dos mundos, de los cuales huye hacia la ilusión, conoce el principio de la verdad.
Magia y alquimia poseen ilusiones como la ciencia y la sexualidad, las suyas son figuraciones del bajo mundo. Construimos ficciones, con nuestra imaginación, tanto en la tierra como en el cielo. El mago, que evoca determinado demonio, y ve aparecer materialmente ese demonio, puede creer que ese demonio existe; pero no está probado que exista. Existe, sin embargo, solo porque fue creado; y ser creado no es existir, en el sentido real de la palabra. Existir, en el sentido real de la palabra, es ser Dios, es decir, haberse creado a sí mismo; en otras palabras, no depender substancialmente de nada y de nadie.
A G.O.[2] es la liberación del hombre, de Dios, la crucifixión de lo deshojado en lo muerto, de lo perecible en lo perecido, para que nada perezca. A G.O., en otras palabras, es la creación de Dios.
La magia y la alquimia son caminos de ilusión. La verdad está solo en el instinto directo (representado en los símbolos por los cuernos) en la línea directa de su ascensión al instinto supremo; en el instinto directo, cuya forma activa es la sexualidad, cuya forma intermedia es la imaginación, fantasía o creación por el espíritu, y cuya forma final es la creación de Dios, la unión con Dios, la identificación abstracta y absoluta consigo mismo, la verdad[3].

Reconoce la substancia del mundo, porque los períodos de conmoción[4] no son otra cosa que su olvido.

[1] Uroboros.
[2] El texto no aclara qué significan las siglas.
[3] Fernando Pessoa. Apuntes sobre filosofía hermética.
[4] En el sentido que se le da en el Yi-Jing.