Por Suen Báez Nieves.
Creemos
ciegamente que el ser humano está condicionado para funcionar adecuadamente
sólo si recibe ciertos elementos del afuera que le garanticen el propio
desempeño, esta es una idea desfigurada acerca del hombre y proviene de nuestro
mecanismo actual de supervivencia que consiste en accionar de un mismo modo y
repetidas veces de acuerdo al orden provisto por el medio.
¿Cómo deja al
ser humano esta situación? Fragmentado en su pensamiento y por ende voluble a
un mayor esclavismo a través de su inconsciente.
Un exceso de
garantías puede suponer la puerta del vaciamiento creativo en el hombre, y esto
sucede por el simple y sencillo hecho de que la creatividad brota en forma
espontánea como un impulso vital de supervivencia innato, el cual puede ser
alimentado artificialmente mediante modelos rígidos preestablecidos por una
fuente externa, que trunquen el proceso natural del ser humano en su accionar a
través de un pensamiento flexible.
Cuando el sujeto
se ve despojado de estas garantías, en vez de accionar con las herramientas que
tiene a mano, cumple con exigir y demandar esas garantías antes que pensar en
la idea de buscar proveérselas por sí mismo a través de sus procesos de
aprendizaje. De igual manera, cuando el sujeto no cumple con las expectativas
deseadas a través de estas garantías, se complace en criticar las fallas y
defectos del órgano proveedor, en vez de buscar observar con lupa sus propias
capacidades, vicios, inercias, limitaciones y/o virtudes que haya desarrollado
con el tiempo.
Ante este
panorama de pensamiento tan predecible no resulta extraño apuntar que, si bien
el hombre está siendo controlado por sus propias estructuras genéricas y
comienza a ser consciente de ello, tampoco es visible una profundización y
fluidez sobre sus propios mecanismos de acción, que le permitan desarrollarse
bajo otros esquemas y perspectivas regeneradoras, aptas a su libre
desenvolvimiento desde la funcionalidad biológica.
Porque ¿de qué
manera la humanidad se evalúa periódicamente, si no es a través de una variedad
segmentada de cifras y datos duros, estadísticas que encierran preconceptos
sobre una misma realidad sin sentido, provenientes de una ciencia insensible a
las sutilezas que el ser humano carga desde su interior? La promulgación de
este método de evaluación tan sólo busca prevalecer y reafirmarnos en la idea
ya establecida por un orden viciado y empeñado en convencernos de esa cómoda
pertenencia.
Tenemos la idea
equivocada de que es a través de los instintos como somos fácilmente dominados
y de ahí nuestra resistencia a establecer contacto con ello, pero en realidad
se trata de una cuestión mucho más profunda, es a través de la mente y sus
imágenes estáticas, visualizadas en forma de ideas, como terminamos depositando
todas nuestras energías en pos de un imaginario que fragmenta todos nuestros
impulsos y los deteriora a tal punto de convertirlos en arma letal para
nuestros sentidos más primigenios. Es así como terminamos pensando que nuestro
problema radica precisamente en reavivar estos instintos naturales, cuando
resulta todo lo contrario, este sistema de inhibición y represión de lo
instintivo en realidad nos está haciendo mucho más propensos a habitar un mundo
artificial donde el poder y la dominación residen en su forma más ordenada y
desde luego cómoda.
Y ¿de dónde
surge la ilusión de las ideas propias sino es a través de emociones vivificadas
en cuerpos que se conducen bajo cierto dominio de persuasión constante? Creemos
que las ideas son nuevas, cuando únicamente las movemos en su engranaje dentro
de una estructura sólida que puja por hacernos declinar ante nuestras propias
aprensiones. Es así como vamos ignorando el significado de nuestros más bajos
instintos, insertándolos dentro del cúmulo de apreciaciones sociales que permiten dar cabida y expresión a eso que llamamos
percepción subjetiva, u objetiva, porque en realidad todo es lo mismo y sin
importar desde qué vehículo se manifieste, dado que la percepción siempre se
rendirá ante el raciocinio de su propio mecanismo de control mediático.
De manera
concreta, las ideas ya existen como tal desde hace mucho, los hombres no hacen
ideas, sólo fungen como vehículo transmisor expresándolas bajo distintas formas
y, dependiendo el contexto, usan su creatividad para manifestarlas desde
diferentes planos del entendimiento humano. Es prepotente aquel que se siente
dueño de su obra y esa actitud sólo nos revela un sentimiento de inferioridad
ante la vida. Nadie es dueño de la verdad, nosotros fungimos como depositarios
de un cúmulo de impresiones primitivas, representadas ahora en formas
sustanciales, de donde las ideas provienen. Y son los órdenes quienes utilizan
esta fuente de conocimiento puro para moldear y manejar sociedades a través de
dependencias psíquicas. Son entidades autónomas que se alimentan de las
emociones propiamente humanas, aprovechando la búsqueda intrínseca en el hombre
de un sentido de pertenencia en el mundo, búsqueda basada ciertamente en una
sensación de impotencia ante la verdad de la vida.
En ese sentido,
es menester descubrir nuestro estado de muertos, la manera como buscamos
afianzar la propia existencia sobre estructuras portentosas de concreción
artificialmente lumínica, es decir, la sensación de omnipotencia traducida en
ideas que nos genera una movilidad estática porque siempre va limitada a un
órgano proveedor de garantías, las cuales se revelan ante nosotros a través de
imágenes restrictivas a la naturaleza humana. Se trata de observar cómo esas
limitaciones se generan y operan, ese poder restrictivo del ego que puja por
mantenernos adscritos a un realidad mecánica y fantasiosa respecto a la función
connatural del hombre que siempre irá en busca de una regeneración interior.
Asimismo, existe la tendencia de querer manifestarnos a través del triunfo y la
producción excesiva de frases habituadas en una auto superación alquímica sin
detenernos a ahondar sobre los medios o técnicas de comprensión que habrían de
situarse frente a los despliegues de nuestra propia oscuridad.
Nos vemos
inclinados a consumir garantías dado que éstas nos ofrecen una sensación de
control e inmediatez, mismas que adoptamos inclusive como identidad propia para
ignorar, en forma consciente o inconsciente, ese estado de incertidumbre propio
de un ser que conjuga instinto y razón. Nuestras carencias nos
son más que el reflejo de una falta de posesión sobre nosotros mismos y
nuestros actos, así como una manifestación de desidia ante esas fuerzas ajenas
que nos gobiernan. Es así como, en vez de consumir garantías se trata de tomar
y dar uso de las herramientas necesarias para desarrollarnos plenamente dentro
de cada situación presente, pero estas herramientas sólo hacen aparición cuando
el grado de consciencia en el individuo se renueva, de otra manera las
herramientas, que son lumínicas por formar parte de la realidad concreta, no
resultan claramente visibles para aquel que transita dormido su propia
oscuridad. Mientras tanto nos vamos conformando y deleitando con la extenuante
oferta de garantías consumibles que acrecienta nuestro estado de dormidos,
bullicio que a larga nos genera un sentimiento avasallante de ansiedad
promiscua, del cual se alimenta el ego insertado ya como parásito dentro
nuestro, dedicado a desperdigar paulatinamente toda la energía vital hacia el
sistema.
Cuando uno
comprende algo alcanza otro nivel de vibración, lo cual hace que nuevas
opciones de elección consciente se hagan presentes, se abren posibilidades
porque nuestro campo energético ha cambiado, se ha renovado. Por ende, podemos
entender que la comprensión es una salida y entrada simultanea hacia otros
niveles de concientización en el individuo que indefectiblemente estarían
modificando toda su realidad externa.
Para poder
comprender algo es necesario mantener los canales limpios, siendo este nuestro principal
trabajo como individuos. Y es que no es necesario reaccionar ante lo que uno
ve, sino precisar sobre la comprensión de eso que se observa pudiendo
de esta manera alcanzar otro nivel de consciencia. Nosotros reaccionamos
mediante ideas preconcebidas sobre un algo, es necesario eliminar todo
prejuicio y fluir en el camino de aceptación que nos permitirá conocernos a
nosotros mismos atravesando nuestra propia oscuridad latente. Se trata de
primeramente observarse dentro del propio entramado psíquico libre de
sentencias para después poder accionar en forma distinta, coherente y conforme
a las situaciones que se vayan presentando. De esta manera nuestro paradigma
interno se distiende y la creatividad, entendida como entusiasmo puro,
saldría a flote lográndose por fin resultados diferentes que contribuyan
también a renovarlo.
En realidad no
es que uno progrese y se convierta en luz por pensar cosas bonitas o
inclinarse hacia ello, sino que atravesando con aceptación la propia
oscuridad se comienza a vibrar sobre campos energéticos distintos, lo cual hace
que situaciones y posibilidades se abran en el camino. Haciéndonos conscientes
de nuestro inconsciente nos convertimos en verdaderos dueños de nuestra propia
vida, siendo éste un proceso de proactividad intenso que no termina nunca.
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