La importancia de no subestimar el lenguaje

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A veces nos olvidamos que el pensamiento reflexivo, ese que profundiza, que va mejorando su herramienta —el idioma—, que dedica tiempo a las abstracciones, que recorre una y otra vez el camino de la ampliación hacia la síntesis y viceversa, es un ejercicio que elimina las toxinas del prejuicio, actualiza nuestro sistema operativo mental, desafía convicciones caducas, protege las arterias cerebrales de la esclerosis propia de quien ajusta forzadamente siempre lo nuevo a lo que ya ha sido previamente estructurado. «En vez de ir hacia la reflexión, esperamos que ésta vengan hacia nosotros.» Con la misma soberbia que el idiota, determinado a no realizar ningún esfuerzo, el perezoso pretende del pensante un acercamiento; viejas convicciones pretenden absorber lo nuevo para autoafirmarse en vez de actualizarse. Cuando el pensamiento asume el hábito de la reflexión —tal como ha sido descrita— obtiene dos beneficios básicos: inteligencia y una garantizada protección contra la presunción y la jactancia que tanto rehuyen al ejercicio mental. No es posible del pensamiento independiente en quien no posea reflexión. Excelente reflexión de Leandro que aquí presento:


Cuando utilizo la palabra piscina para referirme al lugar dónde voy a nadar, la gente se siente en la obligación de hacer algún comentario al respecto. Desde que hablo como los uruguayos, pasando a los que creen que intento darle más clase a mi discurso, hasta los que no soportan el mero hecho de que no utilice la palabra pileta. Ahora, si bien la RAE permite el uso de pileta para referir a esto, pileta tiene muchas más acepciones como por ejemplo el lugar donde se lava la ropa. Y hasta donde yo sé, uno sale con el cloro en la malla y no está más limpia la ropa que al entrar en la piscina (palabra designada específicamente para el estanque donde vamos a nadar).
Claro que el caso de la piscina es algo menor, pero al acotar uno el lenguaje lo único que hace es simplificar su vida. La forma de comunicarse es la que define nuestras vidas en sociedad, y si nos reducimos siempre a las mismas palabras y conceptos, siempre estaremos en el mismo lugar.
Es posible que sea cierto que cuando llegaron los españoles a América, los indígenas no los hayan visto hasta una vez que llegaron a la costa. Según dicen, ellos siempre creyeron que las calaveras eran parte de las olas, debido a que no tenían el concepto de barco en la cabeza. Por lo tanto, todo aquello que se veía de las orillas hacia el horizonte era agua y olas. Al no tenerse ciertos conceptos incorporados uno no puede diferenciarlos, ni verlos en el día a día. Esto se ve mucho en el inglés, un idioma que para mi gusto es muy limitado. La falta de conceptos hace que las personas no puedan sentir igual que alguien que hable un idioma derivado del latín. Alguien que hable en inglés puede amar o no a una persona, pero no la puede querer. Tiene que rebuscárselas con el idioma para dar a entender ese sentimiento. Lo mismo le pasa a aquel que quiere tener una amiga, que salvo que ella sea su novia, deberá buscar la forma de dar a conocer al otro que la persona que refiere es del sexo femenino. Y una vez alguien me refuto esto diciendo que yo era un ignorante del idioma y no conocía los phrasal verb («a verb plus a preposition or adverb which creates a meaning different from the original verb»). Me quedé pensando y me di cuenta que lo único que estaba haciendo ese muchacho era confirmar lo que yo decía. Si vos necesitás de dos palabras para referir a una tercera, entonces el idioma no te da la herramienta necesaria para denominar a lo que deseas referir.
Generalmente, es más fácil hablar con otro sobre el clima que reflexionar si la humanidad es de cierta forma o tal otra. Esto es porque uno cae en la comodidad de aceptar el sistema como es y se siente a gusto en este rol. Ahora si uno quiere ir más allá de lo habitual, no puede hacerlo en cualquier contexto porque no todos estarán predispuestos a salir de eso que ya conocen. Mismo en la forma que se dicen las cosas, lo cual hace que uno caiga con facilidad en las frases hechas. Por ejemplo, cuantas veces escuchamos decir felicidades, que sean felices, brindo por ellos; no le gusta perder ni a la bolita; no aclares que oscurece. Ahora, estas frases: ¿cuánto tienen de sinceridad si no son propias? Si el "que sean felices" lo está diciendo la madre de alguien que se está casando, ¿cuán auténtico es su sentimiento expresado?
En los tiempos que corren, se suele denigrar el rol del pensante, el filósofo o todo aquel que quiera profundizar un poco más. Es lógico que así sea, cuando lo único que se logra con eso es defender la comodidad en la que uno se encuentra a diario sin salir de lo que está habituado. Si alguien nos esta dando otra mirada, nos está aportando conceptos, y con ello utiliza lenguaje especifico, lo que está haciendo es enriquecernos. Sin embargo, muchas veces se los descarta simplemente porque habla muy difícil. En vez de ir hacia ellos, esperamos que siempre vengan hacia nosotros.
También está el caso en el cual mediante el lenguaje se desea lograr una impresión en el receptor, simplemente para impresionar o por una postura. Son esos casos dónde las palabras sobrepasan al contexto o a la persona que lo dice. Esto simplemente hace ruido en el receptor, quien deja de focalizar su atención en el contenido del discurso y pasa a observar la forma del mismo. Por lo tanto, es importante expresarse como realmente le es natural a uno. No es cuestión de forzar las palabras. Si estamos hablando de algo totalmente básico, es preferible que me digas una palabra básica que no va a crear cortocircuito con lo que estás diciendo, como lo haría alguna palabra más compleja. Hace poco estaba leyendo un libro donde el escritor hablaba de un «obrero cumbianchero que nunca había leído nada». Sin embargo, cuando este personaje hacia reflexiones, tenían una complejidad tal que yo tenía que frenarme para ponerme de vuelta en contexto, porque el autor estaba interfiriendo en su propia historia. Quería ponerse por sobre el texto y hacerse ver, pero en nombre del personaje. Las reflexiones eran brillantes, la historia y el personaje eran geniales: cuando se juntaban ambos, hacían ruido.
Entonces, en mi opinión, para poder desarrollarnos como personas hay que leer más y cada vez textos más complejos, interactuar con gente que nos enriquezca en el conocimiento que tenemos sobre nuestro lenguaje. De esta forma podremos aumentar nuestra gama de conceptos incorporados y nuestros pensamientos y reflexiones tendrán una mayor libertad para seleccionar que es lo que realmente queremos expresar. Si desconocemos de qué forma llamar a algo, desconoceremos de su existencia al momento de pensar.

Comentarios

  1. ¿Con "calaveras" quisiste decir "carabelas"? ¿O entendí mal?

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  2. Me quedé pensando que el inglés ofrece muchísimas más posibilidades que el español en algunos casos, por ejemplo, en lo que se refiere a formas de caminar o de moverse. La variedad de adjetivos también es inmensa. Con los phrasal verbs lo que sucede es que en la mayor parte de los casos existe un verbo de origen latino para expresar la misma idea, que se considera más formal. Por ejemplo, el caso de put off = postpone. Creo que la crítica al inglés está un poco extralimitada. Para poder hacer una crítica comparada, es necesario estudiar los idiomas en cuestión en profundidad. Saludos

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