Escorpio es el momento donde aquello que se excluyó en fase
IV vuelve con toda su potencia a mostrar que, aunque excluido, forma una parte
importante de nosotros mismos. El tema es que fue necesario excluir ciertos
elementos para poder vivir la primera sensación de identidad que tuvimos en
Leo. Fue necesaria la etapa donde se coagulan ciertos elementos para poder
fijar una forma de vida, una elección, una creencia, un valor, etc.. Todo lo
que nosotros hemos constituido, todo lo que nosotros llamemos “nuestra
identidad” siempre es una construcción basada en elementos con los que nos
identificamos forjando una imagen que entra en oposición directa con formas
antitéticas a ella. Cuando nos identificamos con un elemento, automáticamente
rechazamos lo que creemos su opuesto. Estos “rechazos” aparecen en escorpio,
mostrando una tensión, un conflicto entre polos que parece imposible conjugar.
Toda decisión trae consecuencias, toda consecución trae aparejada un
sacrificio. Solemos ser muy infantiles negándonos a reconocer la parte
restrictiva de toda dirección tomada, a conciencia o no.
Cuando la Luna está en Escorpio (o fase VIII) aparece lo que
excluimos en Cáncer representado en el afuera, a través de una persona o
situación que viene a provocarnos encarnando el elemento excluído. La identidad
ya conformada (identificaciones coaguladas) se enfrenta al envase que contienen
todos esos elementos que conforman cierto opuesto a los elementos de mi
identidad conformada. La tensión se hace presente estos días, la atmósfera
refleja una tensión inevitable. La conciencia reconoce el conflicto, y el “yo
mecánico” tiende a resolver ese conflicto como siempre lo hace, es decir afirmándose
más y más en su lugar.
En el plano concreto aparecen temas antiguos, conflictos,
oposiciones, tanto internas como exteriorizadas en una persona, en un oponente.
La tentación humana siempre es resolver sobre el observar, pero no es una Luna
para resolver, sino para tomar conciencia de que mucho de lo que ha quedado
fuera, en realidad no está tan afuera. Todo conflicto por más proyectado que
esté en un oponente, desde el momento que se vive como tal demuestra que la
esencia misma de esta dualidad está dentro nuestro. Saber esto tampoco nos da
la clave para resolver, pero si nos advierte de seguir afirmando la tensión.
Observar, con todo lo que ello implica, es la mejor forma de transitar esta
luna y sacarle todo su provecho.
La sombra, esas partes que rechaza la conciencia en su necedad
aséptica, también contiene mucha fuerza, mucha potencia encapsulada en formas
que la necesitan para presentar su oposición contra nosotros mismos. Meditar en
esto es muy bueno en estos dos días y medio.
A las personas con preponderancia de elementos activos, les
digo que se abstengan de resolver, de accionar, ya que ese va a ser su primer
impulso. Mientras que las personas con preponderancia de elementos pasivos van
a sentir esta tensión en el interior de si mismos.
En la Luna de Escorpio no sólo aparece lo que excluimos en
la última Luna canceriana, sino todo lo que venimos excluyendo de forma tal que
mucha de nuestra energía se desplaza allí, tanto en lo excluido en sí mismo
como en la fuerza que se emplea para mantenerlo excluido. Así es que aparecen
tanto viejas oposiciones como nuevos sentimientos de rechazos llamando a
nuestra puerta.
Mantener en equilibrio la tensión, el conflicto, es la
clave. No querer la ventaja de uno sobre el otro, no justificar la oposición,
tampoco identificarse con uno de los polos, sólo tratar de llevar la conciencia
al centro de la tensión, al nudo mismo donde la tensión es máxima, y saber
desapegarme de mi mismo si es que tomé partido (que es lo más seguro) por un
polo de esta oposición.
En Escorpio aparece el tercer y ante-último Punto Medio.
Este punto medio aparece como la resistencia a soltar, en el punto medio
opuesto (Tauro) vimos la tendencia a resolver a la antigua, o bien, la
resistencia a soltar viejas formas de resolución, en el punto medio de
Escorpio, la resistencia es a soltar el conflicto, ya que si voy a fondo del
conflicto voy a encontrar un goce, un goce por el conflicto mismo, un “por qué
vivir” en el fondo de esta tensión. Y esto demuestra cómo las tensiones son un
gran reservorio de “energía-ahí”, dispuesta a potenciar toda una gama de
intensa emocionalidad: bronca, ira, deseo, auto-superación a partir de la
comparación con el otro, etc..
Propio de Fase VIII es sentirme fatalmente atraído por
personas, acciones o cosas, que se que no son buenas para mí. La Fase VIII es
tan proyectiva como la VII, con la diferencia que en el segundo caso es
contenido oscuro el que es proyectado. Y la sombra cuando es proyectada ejerce
un enorme magnetismo sobre uno. Cabe una pregunta interesante ahora ¿cuándo uno
se enamora fatalmente de alguien, sabiendo incluso que ese alguien puede
resultar peligroso para mí, esto es propio de Fase VII o Fase VIII? La pregunta
es contestada cuando recordamos que en Fase VII aparece fuera aquello que yo
valoro y que me falta, o incluso aquello que yo no me animo a expresar porque puede
entrar en conflicto con la imagen que forjé de mi mismo. Es decir, en Fase VII
(o cuando la Luna está en Libra) aparece fuera un aspecto no integrado por mí.
En Fase VIII aparecen esos aspectos que tienen enorme potencia y han sido
negados por mí. Esta diferencia, que parece ser sólo una diferencia de
intensidad, es la encontrada entre Fase VII y Fase VIII.
De «El Libro Azul».
Comentarios
Publicar un comentario