Venus en Aries, o el aprendizaje del vacío

Con Venus en Aries se emprende el viaje hacia la cualidad, independiente de la forma que la contenga. En el individuo acostumbrado a aprovisionarse de sensaciones a través de objetos, rituales y moda, Venus en Aries provocará un vacío interior que la actividad y el desafío constante buscará llenar sin éxito.

En el caso de la Luna en Aries la tendencia es a legitimar el deseo y la acción por una ley externa. En el caso de Venus en Aries dicha tendencia se orienta al establecimiento de una ley interior, subjetiva y personal. En este sentido Venus puede pensarse como el movimiento introvertido de la Luna. En esta línea la Luna es masculina y Venus femenina. No nos olvidemos, que en la antigua Sumeria, cuna de nuestra civilización, la Luna era un dios masculino.

En la lectura de Venus, el punto opuesto (que llamaremos punto especular) cobra especial importancia. Es en el punto especular donde comienza el viaje de Venus y donde encontraremos los desafíos del mismo. En él, hallamos una descripción exacta de la atracción positiva, empática, y a veces fatal, hacia el objeto de deseo. Es decir, describe más y mejor lo que nos atrae y nuestra elección primaria de pareja.

Así es, entonces, que Venus en Aries se verá atraído por la energía libriana, sugiriendo lo delicado y armonioso, esa personalidad que propone cierta distancia resistiéndose a ser del todo conocida, incluso (en un Libra más oscuro) aquella que en algún punto nos disminuye, bloquea, nos vuelve vulnerables e ingenuos, simples y elementales, tal vez hasta ignorantes debido al contraste de la propia sencillez frente a la sofisticación que siempre posee “aquél” que nos atrae. Sabemos que Libra nunca da una respuesta comprometida o contundente, situación que estremece a Aries y lo empecina más en conseguir que Libra tome partido y lo acompañe en su recorrido. Pero, más se empecina Aries, más se distancia Libra. Lo mismo puede ocurrir a la inversa: Aries pierde el interés y viene Libra a provocarlo. El «gataflorismo libriano» lo padece más que nadie Venus en Aries.

Lógicamente, casi siempre mediatizada por un objeto de deseo (o pareja), la energía libriana provocará en Venus en Aries la sensación de que cuanto más se intensifica la unión con el otro más empieza a manifestarse una cualidad limitante que se demuestra en diversas formas internas o externas, que no sólo dificultan la unión sino que también promueven un vacío interior difícil de llenar.

Obviamente, experiencias y tiempo le dirán al nativo que a mayor desinterés mayor será el éxito en sus conquistas amorosas. Natural es luego, derivar la atención a la vocación, y empezar a preguntarse por el norte de la propia vida, o su sentido. Aquí es cuando Venus en Aries se pone más filosófico en la construcción de una vida plena de significado. El norte es ahora lo que antes era la pareja en nuestro recorrido. Por lo tanto es allí donde el vacío se posicionará, apareciendo cuestiones de dirección profunda difíciles de resolver: “¿es realmente esto lo que quiero? Mmm, no me termina de llenar esta carrera, mi trabajo es un tanto mecánico.”

Mientras la búsqueda se concentra en los objetos encontraremos una y otra vez el mismo problema: distancia por parte del objeto y vacío. Pueden deducirse las consecuencias propias de sentirse distanciado por el objeto cada vez que uno pone la energía en algo, o la respuesta vacía de lo otro. En en casos de fuerte indagación aquello que les pasó por ejemplo a Freud y Lacan (ambos con Venus en Aries): el primero disconforme con su enorme construcción teórica, para después el segundo tomarle la posta y terminar habitando en una visión muy elevada del vacío como filosofía: el zen. Yo creo que Lacan terminó el viaje de Venus en Aries que Freud inició. Pero, no nos adelantemos en el recorrido.

Hay casos donde el vacío y la distancia por parte del objeto se da a medias, cuando sólo sucede en un área importante como por ejemplo: una mujer profundamente enamorada de su marido impotente, un hombre escéptico cuya compañera de vida es evangelista.

Si el nativo es de esos que aprenden de sus propias experiencias de vida y se sobrepone al capricho llegará un punto donde su integridad se sobrepone a la respuesta del objeto. Y allí se integra con el punto especular, es cuando Venus en Aries incluye a Libra en sí mismo. Como sabemos quienes conocemos algo de psicología junguiana y la aplicamos a lo astrológico, antes de la integración sucede la polarización. Ese es el próximo paso en el recorrido.

Cómo una mujer despechada, Venus en Aries emula lo percibido de Libra: la distancia, y lo lleva a cabo de una forma histérica pero eficaz. Gatillando deseo por doquier para luego desaparecer furtivamente de la escena como un ninja bien entrenado. Con el tiempo, el próximo aprendizaje comprende la aceptación de un punto de vacío en el vínculo. Pero como nuestra civilización parece incapacitada de pensar en términos de vínculo por sobre los ombligos que lo componen, lo natural será apropiarse de la distancia para que no la ejerza el otro y así dejar al nativo con estados antiguos gravados como demasiado dolorosos.

Cuando el nativo ejerce distancia, muchas veces bajo tontas excusas basadas en tontos miedos a enamorarse, suele escapar de la realidad monótona que propone la relación. Sintiéndose con mayor autonomía y libertad, incrementará su actividad multiplicando quehaceres e inventando compromisos a medias. En este punto Venus en Aries corre el riesgo de volverse la peor versión de su punto libriano: “el superficial” –que lo es por temor a quedar atrapado en perseguir al amante que se le aleja a cada paso. En este punto puede permanecer el resto de su vida, ya que resuelve psicológicamente aunque también detenga el movimiento de Venus, cristalizándolo.

Así y todo no dejará de sentir cierta profunda limitación o vacío, y si dándose cuenta del juego intenta enfrentarse a esa sensación será capaz de sortear el riesgo de cristalizarse. Y allí Ishtar decide bajar a los infiernos a enfrentar sus miedos más profundos y arraigados. Un viaje de descenso que acabará con el vacío resignificándolo.  

El vacío no busca aniquilar los instintos y la voluntad, sino desechar lo superficial, para que pueda darse la unión con lo esencial. Su finalidad consiste en ubicar al nativo en un punto donde nada lo acompaña, o entiende, desarrollando fidelidad hacía una ley que deberá encontrar dentro de sí y no fuera. Semejante demanda en una persona no formada internamente puede ser seria, y por cierto limitante, generando que otras funciones planetarias pasen hambre salvo la Luna, que nunca pasa hambre. Pero en una persona formada implica el desafío de des-formarse para volverse a re-formar, como explica perfectamente el mito de Ishtar, la cual es destrozada y asesinada primero para luego volver a la vida con “sus partes” reacomodadas.

Todo esto nos deja una profunda reflexión: el dolor del amor tiene una razón de ser, viene a decirnos algo, a conducirnos hacia la construcción de una integridad muy poderosa dentro nuestro. El final del viaje de Venus es siempre el mismo, no importa el signo donde se halle emplazado. Lo que varía, y nos lo cuentan los diferentes emplazamientos, es el recorrido. 

De «El Libro Azul».