Sobre la preparación y la estrategia para la batalla con el enemigo


Tus enemigos son traicioneros y crueles, pero no son valientes. Sólo pueden entrar en tu reino cuando los cuatro caminos están sin defender.

Cuando quieras defender la verdad contra toda distorsión, podrás aumentar tus ejércitos hasta diez. Entonces serás capaz de defender el frente, la retaguardia, tu derecha y tu izquierda; lo que está bajo tus pies, lo que estaba antes y lo que será después, tanto para el todo como para las partes del todo.

La primera consideración en la batalla es la defensa de tu centro, el honor de regir en el nombre de tu Señor. Este debe ser defendido por encima de cualquier otra cosa, por lo tanto, debes establecer para ti un cuartel general que sea seguro, pero desde el que, al mismo tiempo, puedas controlar tus ejércitos. Debe situarse bajo los pies de tu Señor. Ese es el lugar ubicado en lo más alto de la creación y que tiene la defensa más fuerte. En esa dirección está el reino que pertenece a nuestro Señor, es donde Él asciende y desciende del reino del destino donde no se nos permite penetrar. El reino debajo nuestro siempre nos arrastra hacia abajo.

Quédate allí y nunca te arrojes en medio de la batalla, porque si algo te sucede, tus ejércitos quedarán dispersos y tu reino caerá en las manos del enemigo. Algunas de tus defensas podrán ser capaces de retroceder hacia el centro y serás capaz de reforzarlas y continuar la batalla. Si una rama se cayera de un árbol, el árbol estaría aún a salvo y crecerá otra rama para reponer la que se cayó. Pero si se corta el tronco, el árbol muere.

El propósito de la batalla es la continuación de la vida. La savia del árbol, que es lo que permite el crecimiento de otra rama para reponer la cortada, es la justicia. Si en cualquier cosa con vida la justicia desaparece, esta será reemplazada por tiranía. Y la tiranía es el instrumento de la muerte.

El divino gobierno del reino humano: Cap. XIII - XIV.

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